sábado, 6 de julio de 2013

El simbolismo del color a través de la historia


En Grecia, la coloración de las túnicas era simbólica: el blanco denotaba pureza; el azul, altruismo e integridad, y el rojo, sacrificio y amor.
En los primeros siglos del cristianismo no había una norma constante que determinara el color de las vestiduras sacerdotales. Ya en el siglo xn aparece una rúbrica que fijaba los colores litúrgicos en relación con los diferentes tiempos y fiestas del calendario. El papa Inocencio III (1198-1216), en su De sacro altaris mysterio, comentó este canon estableciendo cuatro colores principales: blanco, rojo, verde y negro. El morado, que dicho pontífice asimilaba al negro, gozó pronto de un uso generalizado. En el siglo xvi, estos cinco colores fueron definitivamente fijados en el misal de Pío V.
También en heráldica el simbolismo del color juega un papel de primer orden. Este arte o ciencia utiliza un lenguaje que le es característico: al amarillo llama oro; al blanco, plata; al rojo, gules; al azul, azur; al verde, sinople; al morado, púrpura, y al negro, sable. Oro y plata son denominados metales; el resto, esmaltes.
En su Ciencia Heroyca(1780), que resume la tradición anterior, el marqués de Aviles se remonta a la antigua Grecia para buscar el origen del uso de los colores heráldicos. Cuenta que los reyes troyanos y griegos acostumbraban a vestirse de acuerdo con los siete días de la semana y que al entrar en batalla pintaban sus escudos del color correspondiente.
Recoge la opinión de Moreri, para quien los colores de las armerías procedían de los que se llevaban en los torneos y éstos, a su vez, de las cuatro facciones, alba, rosea, véneta y pracina (blanca, roja, azul y verde), de los juegos de circo romanos.
Cita también una especie de código astrológico lleno de prestigio clásico: Aristóteles dio a los metales y colores el nombre de los siete Planetas, llamando a el Oro, Sol; a la Plata, Luna; a el Gules, Marte; a el Azur, Júpiter; a el Sable, Saturno; a el Sinople, Venus, y a la Púrpura, Mercurio, vistiendo y pintando a cada uno de estos Dioses de su metal y color.
Y no sólo dioses y planetas, también las piedras preciosas y los signos del zodiaco, los elementos de la naturaleza, los meses del año, los árboles, las flores, las aves y los animales, las virtudes y las cualidades mundanas encuentran en su libro sus respectivas correspondencias cromáticas.
En la Edad Media el lenguaje simbólico del color floreció con los torneos, los cantos de los trovadores y los sutiles artificios del amor cortés. Huízinga recuerda a este respecto cómo Guillaume de Machaut se llena de alegría al ver a su amada vestida de blanco y tocada con una cofia de tela azul celeste con papagayos verdes, pues el verde es el color de un amor nuevo, y azul, el de la fidelidad.
No hacían falta palabras; mediante el color, los diversos estados de ánimo —el gozo, la desesperación, el amor correspondido o la esperanza de alcanzarlo— quedaban simplemente al alcance de los ojos. Fray Iñigo de Mendoza escribe un curioso torneo alegórico entre la Razón y la Sensualidad en el que dice:
Sus cimeras, sus colores,
sus bordadas invenciones
muestran a los miradores sus
deseos, sus temores,
sus secretas intenciones.
El marqués de Santillana, en una obra que titula Visión, narra un encuentro imaginado con tres mujeres desamparadas y quejosas de no hallar vivienda ni reposo en España, y resultan ser —nos lo dicen ellas, pero también el color de sus ropas— la Firmeza (de negro), la Lealtad (de azul) y la Castidad (de blanco).
San Antonio recoge en su Summa Theologica un código de carácter moral: el blanco es pureza; el rojo, caridad; el dorado, dignidad, y el negro, humildad. Leonello d'Este, marqués de Ferrara, cuidaba de que el color de sus vestidos estuviera de acuerdo con un código astrológico, lo mismo que aquellos griegos antiguos de los que hablaba el marqués de Aviles. Por su parte, Alberti y Leonardo enlazan con la tradición escolástica medieval y sustancialmente están de acuerdo en reservar el amarillo para la Tierra, el verde, para el Agua, el azul, para el Aire, y el rojo, para el Fuego.

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LA SIMBOLOGÍA DEL COLOR
CARLOS SAGUAR QUER
Historiador. Departamento de Historia del Arte.
Universidad Complutense de Madrid

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Album de torneos y desfiles en Nuremberg
Fecha: finales del siglo XVI mitad del XVII.

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