viernes, 23 de abril de 2010




Muliere, quam dedisti mihi, dedit mihi de ligno, et comedí (Bernardus Claravallensis)


El texto artístico cumple una función de modelizador de la mentalidad en las sociedades por medio de la transmisión de mensajes no inmediatos. El arte por su característica intrínseca de la polisemia puede formar poderosos sistemas semióticos capaces de transmitir mensajes complejos dirigidos a lectores/públicos determinados.

El texto artístico, (...) puede considerarse como un mecanismo organizado de un modo particular que posee la capacidad de contener una información de una concentración excepcionalmente elevada. (Lotman 1988:359)

Además la obra de arte tomada como sistema comunicativo es un modelo representativo de un ser social. Dicho modelo no será solamente expresión de dicho ser sino también su modificante. En ese sentido podemos describir la historia siguiendo el fenómeno de cambio estético, social o político, como un proceso comunicativo en el que la introducción de nuevas informaciones genera nuevas respuestas del destinatario y nuevos mensajes por parte del emisor.

En la transición entre los siglos XII y XIII se va a producir una crisis de los sistemas normativos feudales en toda la Europa occidental. La Iglesia tuvo una importante función de agudizadora de dicha crisis a partir de su visión trifuncionalista de la realidad y su intrusión en el mecanismo jurídico feudal a través de los tribunales eclesiásticos y, entre otras, de la regulación a través de la sacramentalización del matrimonio de, tanto la estructura del parentesco, como de la sexualidad. La familia, desde la visión clerical, fue considerada entonces como la base en donde asentar la sociedad haciéndose necesaria una refor­mulación de la visión que de la mujer se tenía tradicionalmente como fomentadora del caos en el mundo desde el relato mítico del libro del Génesis. A partir de ahí y siguiendo el modelo exegético de la Iglesia el caos del pecado introducido en el mundo por una mujer deberá ser neutralizado por otra mujer que introduzca el orden, la redención, en el mismo. Esa será la base de la popularización del culto mariano en los siglos XII y XIII.
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http://www.vallenajerilla.com/berceo/izquierdo/tipologiartisticamedievalaveeva.htm

lunes, 12 de abril de 2010

Sobre Samanigo



En un artículo anterior, titulado “La ruta Nájera - Uruñuela - Cenicero”, hacía yo una detenida reflexión sobre la influencia benéfica de la educación liberal en la infancia y juventud de mi época, ejemplificada en tres bellos, útiles y muy pedagógicos sonetos del venezolano Elías Calixto Pompa (1836 – 1887), reiteradamente reproducidos en los libros escolares de lectura, en América y en España, durante buena parte del s. XIX y la primera mitad del s. XX.

Prometía entonces referirme a la no menos saludable educación de raíces ilustradas, representada por el riojano alavés Samaniego y sus “Fábulas”, y eso es lo que voy a intentar cumplir a continuación.

Vaya por delante que las “Fábulas” de Samaniego y las de Iriarte fueron para muchos, entre los que gozosamente me encuentro, la primera puerta abierta a una idea laica de la vida, a una moral humanista, desacralizada, secular y pragmática, la que, sobre sólidos cimientos del clasicismo grecorromano, habían creado la Ilustración y sus continuadores, el Liberalismo y la Revolución Industrial.[1]

Esas ideas, gracias, entre otras cosas, a las lecturas escolares de estos mismos autores, eran ya “tradicionales” en las gentes que en mi pueblo serrano me educaron, gentes cuyos valores eran la mejor síntesis de la Ilustración y el Liberalismo: “instrucción, capacidad, trabajo y mérito”. Mi padre, sin ir más lejos se sabía numerosas Fábulas de Samaniego y de Iriarte de memoria y me las recitaba y recordaba cuando el caso lo requería.

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http://www.vallenajerilla.com/berceo/antoninoperez/samaniego.htm
http://www.vallenajerilla.com/berceo/antoninoperez/cigarrayhormiga.htm