miércoles, 30 de enero de 2013

MACHADO Y GONZALO DE BERCEO


Parajes cercanos a ALESÓN


ROLANDO Y FERRAGUT en los parajes de ALESÓN (La Rioja)


CÓDICE CALIXTINO
(Los parajes de Alesón fueron protagonistas de una de las primeras leyendas del Camino de Santiago : La lucha de Roldán y Ferragut, escrita por Turpin. Aún se conoce por el nombre de "Poyo Roldán" el paraje de Alesón que dio origen a la gesta memorable del combate, y donde la tradición dice estar enterrado un gran tesoro, como pago de sus habitantes a los valientes capitanes galos al frente de Roldán y que los libraron de la tiranía del sirio y gigantesco Ferragut. Por la falda de este cerro pasa hoy la senda compostelana.)

ROLANDO Y FERRAGUT
[...]
Y tú, cómo te llamas?
- Rolando, contestó este.
- De qué linaje eres que tan esforzadamente me combates?, preguntó.
Y Rolando dijo: Soy oriundo del linaje de los francos.
Y Ferragut instistió: De qué religión son los francos?
Y respondió Rolando: Cristianos somos, por la gracia de Dios, y a las órdenes de Cristo estamos, por cuya fe combatimos con todas nuestras fuerzas.
Entonces, al oir el nombre de Cristo, dijo el pagano: Quién es ese Cristo en quien crees?
Y Rolando exclamó: El Hijo de Dios Padre, que nació de virgen, padeció en la cruz, fue sepultado, de los infiernos resucitó al tercer día y volvió a la derecha de Dios Padre en el cielo.
Entonces Ferragut replicó: Nosotros creemos que el Creador del cielo y de la tierra es un solo Dios, y no tuvo hijo ni padre. Es decir, que así como no fué engendrado por nadie, tampoco a nadie engendró. Luego Dios es uno y no trino.
[...]

LA SECCIÓN FEMENINA EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA


LA SECCIÓN FEMENINA EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
MERCEDES GARCÍA BASAURI

El antifeminismo de la Sección Femenina

Parece evidente que los principios ideológicos que la Sección Femenina sustentaba estaban totalmente insertos dentro de la corriente de pensamiento del nacional-sindicalismo. Más concretamente cabría decir que sus fuentes para elaborar una doctrina dirigida específicamente a las mujeres, dentro de este pensamiento general, fueron tomadas de los escritos y discursos de José Antonio en los que se refería al sexo femenino.
Podemos decir, pues, que el ideal de mujer nacional-sindicalista no fue inventado por las componentes de la Sección Femenina, sino que éstas lo desarrollaron a partir del que había ido estableciendo el fundador de Falange Española. Y esto fue así hasta el punto de que José Antonio Primo de Rivera fue el autor del primer manifiesto que imprimió la Sección Femenina, en 1934, dirigido a las mujeres españolas. Pero el sexo masculino del redactor se escondió bajo frases como nosotras, mujeres españolas, que hacían suponer al lector que quien había escrito aquello era una mujer. En este manifiesto ya se hacía la matización de que nuestra misión no está en la dura lucha, pero sí en la predicación, en la divulgación y en el ejemplo. Y además en alentar al hombre con la seguridad de que lo entendemos y compartimos sus inquietudes.
Posteriormente, José Antonio explicó a las mujeres extremeñas, en un famoso discurso, que los falangistas no eran feministas: No entendemos que la manera de respetar a la mujer consista en sustraerla a su magnífico destino y entregarla a funciones varoniles. A mí siempre me ha dado tristeza ver a la mujer en ejercicios de hombre, toda afanada y desquiciada en una rivalidad donde lleva -entre la morbosa complacencia de los competidores masculinos- todas las de perder. Evidentemente, en estas frases José Antonio estaba aludiendo a un tipo de mujer que diez años atrás había comenzado a introducirse en nuevas carreras y profesiones, pretendiendo subversivamente una equiparación con el varón.
Según José Antonio, al ser el hombre esencialmente egoísta, la mujer debe aceptar una vida de sumisión, de servicio, de ofrenda abnegada a una tarea. Esta concepción fue profundamente asumida por su hermana Pilar, que no se cansaba de repetir que la misión de la mujer no es misión directora, porque ésa sólo les corresponde a los hombres. Lo que tenemos nosotras que hacer es preparar a todas las camaradas para que cuando tengan una casa y cuando tengan unos hijos, sepan enseñarles, después del Padrenuestro, lo que José Antonio nos enseñó a nosotros, y les hagan sentir esa misma fe que sintieron nuestros Caídos al entregar alegremente la vida por la Patria (6).
Por su parte, diversos intelectuales y escritores como Alfredo Marqueríe, Tono, Jardiel Poncela, etcétera, que colaboraron durante la guerra en "Y", la revista de la Mujer Nacional-Sindicalista, saludaron alborozados a la mujer azul, aquella que venía a sustituir a las rojas, republicanas, feministas y demás pedantes y marisabidillas de la ciencia y la filoso fra , a la que concretamente Jardiel no podía soportar. Afortunadamente para este autor, amanece el día español en que las españolas cambian. Todos los colores del iris, al girar vertiginosamente, volteados por las fuerzas inmensas de la raza, en lugar de dar el color blanco que nos enseñó la Física, dan un color azul (7). En ese día justamente surgió la mujer azul.
Edgar Neville, también en un artículo de "Y" (8), centró sus ataques contra Margarita Nelken, quizá escocido por la personalidad intelectual, izquierdista y feminista de la antigua diputada de la República. Sus arremetidas no las manifiesta solamente a partir de presupuestos políticos, sino que se encona en la condición femenina de Margarita, de la que llegó a decir que tenía una cursilería emponzoñada que le quitaba ese indudable atractivo físico que tienen muchas cursis; al verla encamarada en sus impertinentes, se presentía su carne cruda, prensada, con varices y una ropa interior violeta.
Resultaba evidente que la Sección Femenina no tenía las inquietudes emancipadoras de algunas republicanas, por tanto, muchos hombres se sintieron aliviados en sus pretensiones de conservar sus privilegios, máxime cuando las militantes falangistas les halagaban los oídos al aclarar que la Sección Femenina, al incorporarse con sentido y estilo netamente femeninos a la viril de la Falange, lo hará para auxiliar, complementar y hacer total aquella obra (9).
Asimismo, cuando se creó la Sección de Cultura y Formación de Jerarquías. la regidora central, Carmen Werner, puntualizó en una circular fechada el 1 de febrero de 1938 que al hablar de Cultura no queremos hablar de Círculos de Estudio, ni Liceum, ni Centros de Cultura Femenina que sacan a las mujeres de sus funciones típicas y de su círculo natural que es la casa. De lo que la Sección Femenina no quería hablar era justamente de las instituciones que las mujeres progresistas habían fomentado años antes.
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LA SECCIÓN FEMENINA EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
HISTORIA 16, AÑO v, Nº. 50, JUNIO 1980, ISSN 0210-6353, pags. 45-56
MERCEDES GARCÍA BASAURI

domingo, 27 de enero de 2013

Mosen Baltasar Laroy y sus beatas

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Mosén Baltasar Larroy era presbítero de Belchite. Tenía cuarenta años y fue llevado ante la Inquisición por las sospechas de una beata que ignoraba, en realidad, la complejidad de la situación que iba a desvelar ante el tribunal. Esta beata, una tal Teresa Oreal que contaba ya cuarenta y seis años, lo único que pudo contar al Santo Oficio fueron sus observaciones, no muy bien intencionadas por cierto, y los escrúpulos que probablemente le inspiraban sus celos. Según dijo, la conducta de Baltasar Larroy con las demás beatas, sus compañeras, le había dado que pensar. Cuando iba por las mañanas a confesarse había notado que Mariana Riveres, la rectora de las beatas, y otra compañera de beaterío llamada María Saldiz, iban también a confesarse con Mosén Baltasar.

Después de las confesiones, que eran muy largas y podían durar hasta tres cuartos de hora, o una entera, se ponían a charlar con él durante un rato, pasando por delante del confesonario y estando él sentado y ellas de pie. Así llegaban a estar hasta más de quince minutos. A veces. también charlaban en los rincones de la iglesia, y había podido apreciar que ellas la tenían en gran apego.
En una ocasión en que fue a la capilla del Rosario acompañada por otra beata llamada María Garcés, vieron comulgar a la rectora, y la acompañante comentó que andaba perdida. porque incluso con la Forma en la boca, la rectora se había vuelto a ella para decirla que fuese al confesonario de mosén Baltasar y le pidiese que se acercase a verla aquella tarde, o que se moriría. Mosén Baltasar frecuentaba, en efecto, la casa de las beatas, y la rectora había manifestado en algún recreo que sentía celos de María Saldiz. La delatora contó que incluso había visto pasear por la huerta a mosén Baltasar con la rectora, yendo ella detrás muy festiva, arrojándole piedrecitas y tirándole del manteo...

Hasta aquí un divertido cuadro que sirve para poner de relieve las vinculaciones que ya hemos visto en otras ocasiones entre estos sacerdotes y sus confesadas. Los juegos más o menos inocentes o tontos, el infantilismo y la sumisión al omnipresente varón, ya que ausente como esposo o amante, presente y dominante a través de la religión. No faltan tampoco en la historia los rasgos puramente eróticos y morbosos. que fueron sacados a la luz por la delación de otro sacerdote. Carlos Borromeo, quien escribió una carta al Santo Oficio para dar cuenta de que, según había oído decir a una mujer, una de las hijas de confesión de mosén Baltasar no se confesaba con otro sacerdote que no fuera él, salvo en sus ausencias, porque sabía que lo llevaría a mal. La enseñaba, como padre espiritual, que para agradar a Dios la convenía mortificarse y hacer puntualmente cuanto él la decía, sin discrepar ni un ápice de sus órdenes. Así pues, mosén Baltasar tras llevarla a un cuarto, la mandó echarse sobre un arca que allí había, y luego la azotó con fuerza. Esto lo había efectuado en varias ocasiones. unas veces tumbada en el suelo, y otras encima del arca. y un día la mandó volver boca arriba, la levantó las faldas y la obligó a enseñarle sus partes vergonzosas.
A consecuencia de esta carta, el Santo Oficio llamó a declarar a la supuesta azotada. Teresa Cubiles, de diecisiete años. Teresa se confesaba con mosén Baltasar desde que tenía catorce años y como también la enseñaba a leer (19), iba a su casa todos los días para que le diera la lección. Así transcurrieron tres años sin que pasara nada, pero el año que tuvo lugar la declaración, se había vestido de hombre para el Carnaval, y así disfrazada había ido a visitar a su confesor. Al día siguiente, la disciplinó dándola a entender que lo hacía en castigo por haber llevado aquel traje... A partir de aquel día la azotó con frecuencia, unas veces diciéndola que era porque no se sabía la lección y otras sencillamente porque quería. La echaba sobre la cama o sobre sus rodillas, y aunque ella quería resistirse a los azotes, el la decía que tenía que obedecerle en todo porque era su confesor y maestro.
Otra muchacha llamada ante la Inquisición, Rafaela Cortés, de dieciocho años, también contó que mosén Baltasar la azotaba después de haberla preguntado durante unos ejercicios espirituales si sería capaz de soportar una disciplina de su mano. Unas veces, porque decía que había hecho alguna travesura, otras sin justificar la causa. Incluso con motivo de una de estas disciplinas, la mandó volverse boca arriba, le levantó las basquiñas, la tocó con sus manos y la miró. Luego la dijo que aquello era pecado y que no volviera más a su casa, porque de lo contrario pecaría más.
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M.ª Helena Sánchez Ortega
Profesora de Historia Moderna
Universidad Autónoma. Madrid

FLAGELANTES LICENCIOSOS Y BEATAS CONSENTIDORAS
Prácticas penitenciales en el Antiguo Régimen

PECCATA NEFANDA : delito de solicitación

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Hechos supersticiosos.
Dejando aparte el asunto de la Madre María Josefa de Santa Teresa y sus cómplices del convento de Corella que, en 1735, fueron acusadas de pacto expreso con el demonio y que estudiaremos aparte, 23 personas comparecieron ante el Tribunal del Santo Oficio de logroño por superstición a lo largo del siglo XVIII; una de ellas tres veces. Ello, de manera muy esporádica y sin que este tipo de acusación haya vuelto a aparecer cuando se restableció la Inquisición en 1814 como lo prueba el gráfico I de causas por decenios.

Todo tipo de acusación cabe dentro de esta calificación: a Pedro Quintanar y Espiga, clérigo de prima, de 21 años, le delata el boticario de Noxa en 1754 por hacerse el interesante con juegos de manos y haber declarado que era capaz de hacer bailar en carnes a uno de la ciudad9B Y Pablo González, de 29 años, se ve delatado nada menos que por pacto implícito con el demonio porque en mitad de la plaza, había medido una barra de hierro caldeada en una fragua con los pies, y después con las manos, la lengua, yeso había causado notable admiración y escándalo. Un truco que habría aprendido de soldado antes de establecerse como labrador en Alfar99 En cuanto a María Martín Camparrosa, de 22 años, si tiene impedimento en el coito con el marido durante cuatro o cinco días, es por culpa de su antiguo novio, Manuel AlcaIde, que primero la ha abandonado, y ahora les echa un maleficio. Así que el pobre de Manuel Alcalde viene a parar a las cárceles secretas del Santo Oficio. Menos mal que, convencidos por las buenas costumbres, modo, cristiandad que allí mostró, los inquisidores consideraron poco sustanciales las acusaciones de la decepcionada novia 100 De maleficio también, acusa Ignacio lamora, labrador de Irún de 74 años, a Catalina Vizcarredondo, de 60 años 101 .

Y no falta por supuesto la acusación de proporcionar ungüentos. Una mujer se acusará de este pecado a su confesor que avisará al Tribunal del Santo Oficio: María Esteban la Gitana, denunciada por el vicario de Villafranca en Guipúzcoa en nombre de lñés Guiridi 102. Hay quien se jacta de poder descubrir tesoros por arte de magia, como Juan Martínez Delgado, albardero en Belorado 103. Pero en muchas ocasiones (el 45% de los casos) la acusación de hechos supersticiosos va en contra de curanderos. El desamparo ante la enfermedad, la incapacidad (por el alejamiento o motivos económicos) de llamar al médico obliga a acudir al curandero. Es la última (cuando no la única) posibilidad de salvación física incluso si el precio que pagar era la pérdida del alma. Muy claro lo tenemos en el caso de esta madre, Ventura Sáinz, que en 1716 no vacila en llamar al curandero para que haga un pacto implícito con el demonio con tal de que le salve al hijo. Y luego le delata, por remordimiento o porque el pacto se ha revelado ineficaz 104.

Pese al papel que la imaginación popular atribuye a las brujas, el número de hombres que fueron acusados por hechos supersticiosos es mayor que el de la mujeres (con el 65% contra el 35%). Y entre estos acusados, nos encontramos con todo tipo de condiciones: desde labradores como Miguel (alias Simón) Romero, de Lerín 105 o canteros como Toribio Díaz de Vargas del valle de Buelna 106, hasta religiosos como Fray Bernardo, en el siglo Bernardo Pérez Caballero 107, pasando por la mujer de un tambor de milicias, María de la Concepción Arandia, de Lag roña lOa. Pero vagos y gitanas (5 casos en total) despiertan especialmente la suspicacia y en el caso de Juan Pérez de la Vega, viandante acusado de superstición yadivinaciones, se indica como agravante que se haya presentado muy andrajoso, en traje de pobre 109 La lucha contra la superstición era también una lucha contra la marginalidad, y no es pues de extrañar que el 56% de las denuncias procediesen del estado eclesiástico.

Sin embargo la actitud del Tribunal del Santo Oficio de Logroño frente a estas acusaciones de superstición fue a menudo inconsecuente. Así, Rafaela Iturriaga (o Madariaga), de Deusto, ya compareció dos veces, en 1786 y 1791 antes de verse calificada como sospechosa de levi en 1799 110. lo cual prueba una indiscutible mansedumbre del Tribunal en las dos primeras ocasiones. Asimismo, a María Concepción Arandia, de Lag roña, acusada de hechos supersticiosos, tan sólo se le hará comparecer para monicias de cargo en 1784111. En cambio, el mismo año por curaciones supersticiosas, se le condenará a Bernardo Pérez Caballero a prisión en cárceles secretas y que en auto público de fe si lo hubiere de próximo y si no en una iglesia, se lea su sentencia con méritos 112. Al año siguiente, María Estefanía de Aranas, de Tolosa en Guipúzcoa, también fue votada a que en auto público de fe, si lo hubiese de próximo, y en su defecto en una de las iglesias . de la ciudad, estando en forma de penitente, con insignias de embustera, se le lea su sentencia con méritos, abjuro de levi, [y] sea absuelta ad cautelam con otras penas o sea, prisión y embargo de bienes 113.

Bien es cierto que el primero era religioso y la segunda gitana y que en ambos casos convenía hacer un escarmiento. Pero tampoco se había mostrado especialmente indulgente el Tribunal de Logroño con Domingo Gómez Angel, vagabundo acusado de curaciones supersticiosas. En 1758 tuvo que abjurar de levi, siendo absuelto ad cautelam, y fue condenado a destierro después de sufrir tres meses de presidio en la ciudadela de Pamplona 114.

Como lo prueba el caso de María Estefanía de Aranas, cabe notar que, bajo la calificación de hechos supersticiosos, el tribunal de Logroño -como en general la Inquisición española del XVIII 115 perseguía más a embusteros que a auténticos sacrnegos. Y no únicamente a curanderos o adivinos, sino también a fingidos santos. Así, en 1777, el prior del convento de logroño denuncia a la beata Marina Garrate, residente en Marquina (Vizcaya), ya su director espiritual, Juan Antonio de Miguel, presbítero que fue de la parroquia de San Andrés de este pueblo. A los dos se les califica de hipócritas y a ella se le añade el reproche de hechos supersticiosos, ilusión y fanatismo 116.

No era el primer caso de fingida santidad juzgado por el Tribunal del Santo Oficio de Logroño. Existía un famoso precedente: el de doña Agueda de Luna y sus cómplices del convento de Corella. Delatadas en 1740 por pacto expreso con el demonio, confesaron ser autoras de una gigantesca estafa de hechos supuestamente milagrosos.

La mejor fuente para este asunto sigue siendo Juan Antonio Llorente, quien pudo ver documentos que luego desaparecieron y se interesó en ello por motivos personales (sus propios padres habían sido víctimas de la fama de la madre Agueda y se habían trasladado a Corella a solicitar su intercesión por la salud de un hijo ... que murió sin embargo poco después) 117. Según él, doña Agueda de Luna, nacida en Corella (Navarra), se había hecho carmelita descalza en el convento de Lerma en 1712 y ya en 1713, siguió las doctrinas heréticas de Molinos. Durante veinte años, vivió en el convento de Lerma con reputación de santidad, haciendo incluso creer que tenía éxtasis. Y cuando se fundó un convento de carmelitas descalzas en el pueblo donde había nacido, Corella, la nombraron priora. Allí siguió con una reputación de santa favorecida por la gracia de Dios que la distinguía de los demás mortales haciéndole evacuar por vía urinaria, en medio de los mayores dolores, como los del parto, unas piedras color de sangre que llevaban por un lado una cruz y por otro una estrella y que tenían el poder de hacer curaciones milagrosas.

En realidad, no existía ningún milagro y las famosas piedras no las fabricaba el Espíritu Santo, sino un cómplice de la madre Agueda, a base de barro y sustancias aromáticas. En cuanto a la vida que llevaba, no era muy de santa ya que cuando se la procesó, una de sus secuaces, doña Vicenta de Laya, reveló que había parido varias veces, e incluso reveló el lugar donde se había enterrado el fruto de sus partos, lugar donde efectivamente se hallaron restos de cadáveres de recién nacidos.

Sin embargo, la madre Agueda fue delatada al Santo Oficio por pacto expreso con el demonio al que había invocado para realizar nuevos milagros. Se le aplicó el tormento, y confesó que toda su vida no había sido sino una sarta de embelesos. Tan violentas habían sido las torturas que se le aplicaron que murió a consecuencia de ellas en la cárcel, antes de que se hubiese acabado su proceso.

Doña Agueda no fue la única monja de Corella implicada en este asunto: la Madre María Josefa de Santa Teresa, en el siglo Lora y Luna, de 24 años y sobrina de la madre Agueda, se delató espontáneamente después de la prisión de su tía por pacto expreso con el demonio; comercio torpe con él [y] adorarle 118 También la boticaria del convento, madre María Josefa de Jesús, en el siglo Alvarez de Torroba, de 31 años, se confesó por cómplice con la Madre Agueda en sus ficciones, apostasía contra la Santa fe, pacto expreso con el demonio, comercio torpe con él y con los religiosos cómplices con pretexto de obediencias y confesiones y delató a otra monja: sor María Rosa de Cristo 119

Más bien que pactos con el demonio, tenemos en este asunto de las monjas de Corella un relajamiento sensual fundado en el molinismo, difundido y aprovechado por los confesores. Según Juan Antonio Llorente, el primero en haber inducido a la madre Agueda en tal herejía fue Juan de Longas, condenado por el Santo Oficio de Lag roña, en 1729, a doscientos azotes y diez años de galeras. Era sobrino del famoso Juan de Causadas, que había sido quemado por molinista según sentencia del mismo Tribunal. El propio provincial de los carmelitas descalzos, fray Juan de la Vega, a pesar de una fama de austeridad más usurpada que merecida, fue condenado a comparecer en un autillo el 30 de octubre de 1743. Había sido confesor de la madre Agueda a partir de 1735 y se le acusó de ser el padre de cinco de los niños que había parido la pretendida santa 120. Otro confesor suyo, fray Miguel de Santa Teresa, entonces prior del convento de carmelitas descalzos de Burgos, también fue implicado en este asunto 121. En el fondo, argumentando un pacto con el demonio, el Santo Oficio intentaba en realidad controlar y poner freno al inmenso poder que tenían los confesores y a sus abusos. De todos modos y sin llegar a tales extremos, este papel de la Inquisición como instrumento de policía eclesiástica fue fundamental como veremos a continuación.



Solicitantes.

Según un testigo nada sospechoso de simpatizar con el Santo Oficio, Fray Servando Teresa de Mier, sin la Inquisición, el tribunal de la penitencia hubiera sido un inmenso burdel 122. Además del asunto de las monjas de Corella, el número de denuncias -cuarenta y siete- y el tenor de algunos hechos referidos le da enteramente la razón. Sobre todo, al final del siglo XVIII y principios del XIX, donde apenas si hay año en que no se incoe proceso por este motivo (vid. gráfico 1).

Todos los hechos no revisten la misma gravedad. En algunas circunstancias, no hay solicitación propiamente dicha, sino preguntas indiscretas y absolutamente innecesarias para la absolución de la penitente. Así, en 1805, Marcelina Solado, viene a delatar al capuchino Veremundo de Arrellano porque le preguntó si su marido lo tenía muy gordo, [y] si ella tenía sus partes bien abiertas 123. Yen 1786 María Sáez Villarreal había denunciado al franciscano Fray Manuel Oca, del convento de San Vitones, porque le preguntó si tenía los pechos grandes, si tenía vello en las partes, quien se lo había esquilado, que si dormía sola, a que respondió que con una hermana y la volvió a preguntar si la enseñaba las partes [ ... ] y si se tentaba sus partes y se las miraba 124.

Incluso hay mujeres que vienen a delatar al confesor como solicitante por hechos que no pasaron en el confesionario y no tienen nada que ver con el tribunal de la penitencia. Es lo ocurrido en 1804 con María Hipólita Moratín y Vedaurrela, religiosa agustina en el convento de Logroño denuncia por solicitante a su confesor, el mercedario calzado fray IIdefonso de Miranda por haber quedado encerrado todo un día con otra mujer ... ¿Celo religioso, o simplemente celos? De todas formas, ello no tiene nada que ver con la solicitación y el Tribunal de Logroño echará tierra al asunto 125. La palma de la decepción se la lleva sin duda alguna Juana Ruiz, mujer de 64 años, de Reinosa, que en 1784 consiguió que su confesor, el dominico Cayetano Gutiérrez se hallase encarcelado por el mero hecho de que, según ella, el delatado hacía muchas preguntas en la confesión, sólo a las mozas 126.

Pero puede pasar a mayores: en 1743, Josefa de Bringas, moza soltera de 23 años, vecina de Bilbao, denuncia por orden de su nuevo confesor al carmelita descalzo fray Diego de los Santos porque habiendo llegado al sexto mandamiento, le preguntó el reo si estaba doncella o no, y habiéndole respondido estar ya corrupta, la previno el reo pasase por la tarde a su hospicio, y habiéndolo efectuado la delatora sin malicia, y hallado el reo a dicho oratorio, la sentó junto a él y la osculó y tuvo tocamientos preguntándola si estaba limpia, y la quiso forzar el reo lo que no consiguió por haber entrado una muchacha m Asimismo, por orden de su nuevo confesor, María de la Concepción de San Nicolás, religiosa franciscana de 26 años en el convento del valle de Carriedo, que, según el Comisario del Santo Oficio, merece todo crédito, delata en 1784 a fray Francisco Portillo, franciscano también, conventual en Santander por el siguiente motivo:

«Le llamó al confesionario y la solicitó a cosas torpes con palabras amatorias que la dijo y hizo [sic] el reo teniendo éste consigo tocamientos impúdicos manifiestos ante la testigo y que la decía y solicitaba para que ella los tuviese consigo misma al mismo tiempo que el reo»

y que:

«puesta la declarante de rodillas para confesarse hacía el reo como que la estaba confesando simulando confesión y luego comenzaba a tener en sus partes tocamientos impúdicos hasta arrojar la semilla por los agujeros de las rejas del confesionario, y que esto fue como unas treinta veces a su parecer, que en otra ocasión en otro pasaje del confesionario, la pidió y solicitó le enseñase los pechos para tener tocamientos en ellos ... » 128

Juan Antonio Llorente, quien en 1791 había redactado un informe sobre el modo de procesar del Santo Oficio contra solicitantes, había llegado a las siguientes conclusiones respecto al origen de los confesores que incurrían en este delito: un escasísimo número de clérigos seculares (según él, tan sólo uno por cada diez mil que ejercían su ministerio); la poca proporción de monjes benedictinos, cistercienses, etc ... (uno por mil); pero el alto porcentaje de carmelitas, agustinos, trinitarios, mercedarios, dominicanos o franciscanos calzados (uno por quinientos) y el altísimo número de solicitantes entre los descalzos, agustinos, trinitarios o mercedarios (uno por cuatrocientos), llevando la palma los carmelitas descalzos, alcantaristas y capuchinos (uno por doscientos). Y veía Llorente tres motivos a estas diferencias que observaba entre clérigos y religiosos, por una parte, y entre religiosos entre sí, por otra: la mayor o menor libertad de que gozaban para tener ocasiones fuera del confesionario; la dedicación más o menos importante al tribunal de la Penitencia y por fin -y sobre todo- los recursos financieros de que disponían y les permitían -o no- recurrir a mujeres públicas para satisfacer sus necesidades sexuales 129,

Las alegaciones fiscales del Tribunal de Logroño confirman de manera general este análisis: los sacerdotes seculares tan sólo representan el 15% de las causas por solicitación contra un 85% para los religiosos. Y entre ellos, los franciscanos llevan -y con mucho- la ventaja con un 32,5% de las delaciones contra regulares, precediendo a los carmelitas descalzos y dominicos (un 12,5% cada uno). Hay que tener en cuenta, claro está, el número de los individuos de cada orden residente en los distintos obispados que dependían del tribunal del Santo Oficio de Logroño. Había, aproximadamente, y refiriéndonos al censo de 1787 para Navarra, Alava, Guipúzcoa y Vizcaya: 757 franciscanos; 317 capuchinos; 185 carmelitas descalzos y 165 mercedarios calzados 130. Teniendo estos datos en cuenta, la orden con mayor proporción de solicitantes era -como había observado Llorente- la de carmelitas descalzos, seguida por la de franciscanos.

En tres ocasiones, la acusación de flagelante corre parejas con la de solicitante. Y otros tres religiosos se vieron delatados únicamente por este último motivo: el franciscano Domingo de Salas, del convento de Santo Domingo de La Calzada, en 1746 131; fray José Mendieta, en 1761 132; y el capuchino Mariano de Pamplona, del convento de Lag roña, en 1803 133.

Llama la atención la poca importancia que los inquisidores solían conceder a la flagelación y lo que llevaba implícito. Así, a fray Mariano de Pamplona, le denunció el propio capellán mayor y confesor de las capuchinas en nombre de una novicia, sor María Rosa, por haberle dado azotes en la portería después de comulgada, manifestándole algunas veces un crucifijo, excitándola a deseos de sufrir por el Señor y encargándola se acordase en tanto que él la azotaba de los azotes que recibió Su Majestad, haciéndola volverse a descubrir o descubriéndola para ver si la había lastimado con los azotes y teniendo con ella mil acciones y tocamientos impuros al tiempo de su despedida, lo que le hizo confesar con él inmediatamente y le encargó mucho nada dijese a nadie. Con todo y con eso, el Tribunal del Santo Oficio de LDgroño se limitó a declarar que se prevenga y reprenda al reo sobre su abuso en el sacramento de la Penitencia con persona o personas de diferente sexo, teniendo en ellas tratos deshonestos, y absolviéndole después de ellos [y] que se le imponga la penitencia que pareciere, y manifestó creer a pies juntillas un informe según el cual tal confesor era un religioso muy laborioso, ajustado y ejemplar. Para apreciar debidamente la indulgencia de los inquisidores que opinaron en este asunto, Sáinz y Escalera y Galarra, conviene saber que un vecino de Tolosa, (que para desgracia suya no pertenecía al estado eclesiástico) Antonio Carrese, había sido «votado a prisión» el año anterior de 1802. Le había delatado una mujer de la ciudad, Joaquina Antonia de Landa, de 30 años, porque había tenido la imprudencia de afirmarle que el quebrantar el sexto mandamiento no era pecado [y] que si lo fuera ninguno se podría salvar; que él nunca lo había confesado 134.

En realidad, al Santo Oficio le importaba más el pecado contra el espíritu que contra la carne, incluso durante o inmediatamente después de la confesión: en 1742, se declara sospechoso de vehementi, a José Joaquín Alemán, presbítero confesor y predicador en Santo Domingo de La Calzada que se delató espontáneamente. No por sus ademanes torpes durante la confesión: se hizo sospechoso de molinismo por declarar a su penitente que los abrazos por el practicados eran agradables a Oios 135.

Pero lo que más llama la atención en estos asuntos de clérigos flagelantes o solicitantes es la pasividad por no decir complicidad de las mujeres implicadas. Ya hemos visto el caso de la franciscana María de la Concepción de San Nicolás que vio unas como treinta veces a fray Francisco Portillo masturbarse cuando la oía en confesión sin que se le ocurriera cambiar de confesor o avisar a su superiora. El hecho de que dos de los tres casos de denuncias por flagelación y 27 de los 47 de los de solicitación (con o sin flagelación) -o sea un 58% de todas las denuncias por turpitudo in confesione- se hayan producido después de una confesión con un nuevo director espiritual prueba claramente que las mujeres hacían la vista gorda. Cuando en 1768 fray Domingo Toribio de la Concepción solicitante y flagelante confesó que llevaba once años administrando el sacramento de la penitencia (con la prohibición expresa de que sus víctimas» lo recibieran de ningún otro clé.rigo) ¿quién va a creerse que pudo obrar con tal impunidad y durante tanto tiempo sin el consentimiento de sus flageladas o solicitadas 136?

¿Qué decir también de las explicaciones que Isabel García dio al presbítero don Miguel Gil Dábalos en 1746 contra su confesor fray Domingo de Salas y que indican que la pretendida víctima esperaba más de lo que le pasó ya que no dudó en decirle que:

«para que con él hiciese confesión general y caminase por el camino de perfección, le hizo dar palabra a un crucifijo y al mismo reo y la mandó que siempre que tuviese ocasión, se disciplinase en su presencia; que por tres veces la hizo ponerse inhonestamente junto a la cama donde estaba enfermo el reo; y una de éstas, la puso sobre su cama arrodillada sobre las piernas del reo, y la tuvo así como por espacio de tres credos descubierta hacia el reo la parte posterior; que aunque no llegó el caso de sacudirla [sic] acaso por ser el aposento reducido y se podría oir por de fuera, pero le supuso era lícito el ver verenda mulieris, lo que parecía herejía» 137.

En cuanto a Michaela Zapatero, de 24 años, confesó al presbítero Joseph Moreno que cuando la oía en el tribunal de la Penitencia el trinitaria calzado Joseph de San Matías en Alfaro, por tres o cuatro veces después de haber acabado sus confesiones, estando de rodillas, introduciendo el reo los dedos por la rejilla la tocó los pechos y cara; que esta mujer en la misma ocasión le dio motivo a estas acciones y dijo que le quería mucho y deseaba estar a solas con él, y que se fuese a su casa o que ella iría a la del reo, a que respondió éste que no podía ser porque sería muy notado 138.

Y cuando en 1815 el Tribunal del Santo Oficio restablecido recibe la denuncia de María Concepción Goividera, agustina secularizada durante el reinado del Intruso, contra Fray Andrés Carrascón, agustino en Pamplona y afrancesado notorio, es evidente que no estamos en presencia de una monja arrepentida o avergonzada. María Concepción obra como una mujer celosa con ansias de vengarse de la infidelidad de su amante, ya que preguntada si sabía que hubiere [Andrés Carrascón] solicitado a otras dijo que aunque no podía dar datos positivos, tenía muchas presunciones de que hubiere imbuido a otras en las mismas máximas, especialmente a una confesada muy a menudo, casada, y a una hermana también suya, pues los veía estar horas enteras encerrados, además de que oía bastantes expresiones que lo demostraban 139.

No todas tuvieron la sinceridad de Josefa Antonio Morena, de 25 años de edad, que cuando delató en 1788, a su ex director espiritual, Fray Juan Bautista del Carmelo, de Calahorra, se acuso a sí misma de pensamientos impuros 140.

[...]

(nota del editor: hubiéramos deseado acompañar el texto con las notas y apéndices pero la premura nos obliga a postergar la edición completa para la web.)


El tribunal del Santo Oficio de Logroño en el siglo XVIII (1700-1820)
GERARD DUFOUR
TOMO IV
EDAD MODERNA II
Coordinador del Area de Historia Moderna
JOSÉ LUIS GÓMEZ URDAÑEZ

LA PRESENCIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA EN EL MUNDO

[...]
Toda lengua, ya sea mayoritaria en cuanto a número de hablantes o minoritaria, merece el mismo respeto, puesto que sus hablantes «contemplan y ordenan el mundo a través de su modalidad lingüística».[5] Es decir, no existen lenguas mejores ni peores, ni lenguas más dignas o menos dignas, ni lenguas más fáciles o más difíciles (para el nativo su lengua materna será siempre la más fácil y en cuanto a la facilidad en el aprendizaje de una segunda lengua, dependerá de su proximidad con nuestra lengua materna). No existen lenguas primitivas. Todas las lenguas poseen la misma importancia y dignidad y todas tienen la misma capacidad de expresión. Es decir, lo que se puede decir en inglés o castellano o chino (por nombrar las lenguas con mayor número de hablantes), se puede expresar exactamente igual en aragonés, tagalo o gaélico. No existe ninguna base científica que pueda llevar a afirmar a un lingüista que una lengua sea más rica, más avanzada o más completa que otra. Podremos decir, eso sí, que una lengua posee una mayor producción literaria que otra, por supuesto. Pero eso tampoco la hace más importante frente a otras, ya que para cada persona su lengua materna es la que tiene mayor importancia porque es a través de ella que puede expresar sus más profundos sentimientos y porque es a través de ella que percibe el mundo en modo determinado. Es por eso, que la muerte de una lengua es siempre un hecho negativo, puesto que no sabremos nunca hasta dónde habría podido llegar esa lengua, como apunta Juan Carlos Moreno Cabrera[6]. Por ejemplo, si hubiera desaparecido el latín (hecho que históricamente hubiera podido ser real a causa de la expansión del etrusco) no habría existido el italiano y, por tanto, hoy no podríamos leer La Divina Comedia de Dante; o no habría existido el castellano y, por tanto, tampoco El Quijote. Es decir, la desaparición de una lengua es siempre un hecho que hay que lamentar porque no sabemos qué nos podía haber deparado. Se pierde una visión del mundo, diferente e irrepetible, que tenía una sociedad. Uno de los motivos que llevan a la muerte de una lengua es que los padres no la transmiten a los hijos, ya que por presiones externas se puede llegar a producir el desprecio hacia la propia lengua. Otras veces, el motivo que lleva a la desaparición de una lengua es política: a lo largo de la historia son muchas las ocasiones en que un gobierno ha prohibido que un pueblo se expresara en su lengua materna. O por genocidios: en los Estados Unidos se han perdido muchas de las lenguas indias, y otras muchas están en vías de extinción, por el genocidio llevado a cabo contra las poblaciones indias. Evidentemente, desaparecido el pueblo, desaparecida la lengua. Por desgracia, son muchos los ejemplos de represión lingüística. Este mismo caso es el que se da, por ejemplo, entre los aborígenes australianos. En un artículo aparecido en el diario ABC (1-9-02), firmado por Roser Panisello, se recogen las siguientes palabras de un líder indígena llamado Allan: «la situación sólo cambiará cuando podamos recuperar nuestras lenguas, nuestras culturas y nuestras tradiciones». Es decir, la posibilidad de expresarnos en nuestra lengua materna es algo que damos por hecho, algo a lo que no damos ninguna importancia, puesto que no hemos estado sometidos a presiones y prohibiciones. No hemos sido perseguidos ni castigados por expresarnos en la lengua de nuestros antepasados. Y es precisamente por la importancia que tiene la lengua para cada pueblo, que se convierte en su seña de identidad y en su punto vital de referencia, que cuando un gobierno quiere aniquilar el «peligro» que supone un grupo determinado, donde primero ataca es a la lengua, a la raíz, a la seña de identidad de cada pueblo.
[...]

LA PRESENCIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA EN EL MUNDO
(El castellano desde sus orígenes hasta la actualidad)
Septiembre, 2003

Belén Navajas Josa
Licenciada en Antropología de América

jueves, 24 de enero de 2013

ROMA Y LA RIOJA. Los efectos demográficos y sociales en La Rioja


ROMA Y LA RIOJA

La aportación de Roma a la cultura
2. Los efectos demográficos y sociales.



Las estructuras sociales y las creencias evolucionan con más lentitud que las superestructuras, porque afectan a los sentimientos más íntimos del individuo. La población autóctona solamente escribió en latín, es decir, cuando ya estaba integrada en el sistema romano. Aún así dejó constancia de sus nombres, de su organización familiar y social, porque no habían perdido totalmente su idiosincrasia.
Dentro de estas limitaciones conocemos mejor a los berones que a los váscones, porque los habitantes de Calagurris y Graccurris estaban mucho más romanizados (al menos los que conocemos actualmente)52.
Por el contrario los cognomina grecorromanos portados por los berones apenas suponen el 40 % del total conocido. Incluso se pueden reconocer los diferentes grados de su evolución.
Un caso puro se documenta en Nieva de Cameros. Titullus, hijo de Viamus, de la familia de los Calaedicos, hizo un exvoto a Silvano (IRR, nº 34; ERR nº 5253). Por ser un peregrinus, sin ciudadanía romana, Titullus solo porta un nombre (igual que su padre) y conserva su estructura familiar (pertenece al "grupo" de los Calaedicos). Sin embargo utiliza un monumento romano (ara), emplea la lengua latina y lo dedica a un dios romano, Silvano (aunque, sintomáticamente, es el dios de los bosques, uno de los cultos celtas).
Un grado más se da en Canales de la Sierra. Gaius Antonius (o Antistius) Paternus, de la familia de los Aviolicos, hizo un exvoto a las Matres Useas (ERR, nº 63). El dedicante porta ya tria nomina (seguramente tiene la ciudadanía latina), pero mantiene sus vínculos ancestrales (pertenece al grupo familiar de los Aviolicos, Paternus es un decknamen) y su veneración por una divinidad típicamente céltica. Se ha romanizado, pero sin romper la tradición.
Y, en fin, en Tricio hay un ejemplo que por onomástica y soporte podría parecer genuinamente latino. Es una consagración a los Dioses Manes hecha por Atilius Maximus a su hermano Atilius Paternus y a su hijo Atilius Capito (IRR, nº 50; ERR, nº 26). Se ha grabado todo en la cornisa del frontón. Pero los cognomina son típicos decknamen y el frontón se decora con una rosa hexapétala, símbolo astral muy abundante entre los pueblos indoeuropeos como representación del mundo supraterrenal.
Esto ocurría ya en el siglo II d.C. El modus vivendi romano había ido modificando la estructura onomástica y social de los autóctonos, así como sus creencias. Pero los nombres que conocemos se repiten en el repertorio de los cántabros, vetones, lusitanos y celtíberos. Es decir, se confirma la identidad étnica que transmite Estrabón: los berones penetraron en la Península con las invasiones célticas.
Concomitancias similares se pueden ver en el tipo de estelas y en su decoración. Según se ve en el mapa siguiente*, el solar berón está cuajado de estelas discoideas, tipo bien documentado entre los cántabros (que eran vecinos54). Abundan las rosas hexapétalas y los crecientes lunares (lo mismo ocurre entre los vettones). Pero también abundan las de coronamiento semicircular, tipo importado de Italia, aunque a veces se decoran con motivos indígenas (rosas, lanceros o arcos55). La romanización penetraba sin eliminar lo indígena.
Sin embargo, todo esto, incluso los nombres autóctonos, iría desapareciendo con el tiempo: la inmigración y la integración de los autóctonos en la sociedad romana lo favorecieron.
La riqueza y prosperidad atraía gentes de otras fronteras. En las inscripciones hay individuos procedentes de Caesaraugusta, Toletum, de Celtiberia, de Gallaecia y soldados itálicos e incluso un tracio.
Muchos de ellos venían ya romanizados: otros, desarraigados de su patria chica, se integraban en el sistema romano.
Es evidente que la sociedad evolucionó. El ejemplo de romanización más emblemático es Marco Fabio Quintiliano, primer profesor de retórica latina pagado oficialemente por el Estado Romano. Pero no es el único.
El municipio de Tritium contrató un profesor de gramática latina, de origen cluniense56. Su nombre, Lucius Memmius Probus, suena tan romano como Quintiliano, pero indiscutiblemente no alcanzó su fama. Sí es evidente que una buena educación, en latín, no fue una inquietud exclusiva de los calagurritanos. 
Otro rasgo de plena integración en la sociedad romana se constata en las elites locales. En Tarragona se hallan los pedestales de un tritiense y de un calagurritano, ambos flámines provinciales. El primero se llamaba Titus Mamilius Praesens, y estaba inscrito en la tribus Quirina; el segundo Caius Sempronius Fidus, de la tribus Galeria (la correspondiente a cada municipio). Los nombres son totalmente "romanos" y el flaminado era el sacerdocio más prestigioso y apetecido para hacer carrera política. Antes de llegar a flámines provinciales ambos habían desarrollado una amplia carrera57. Su integración en el sistema romano es onomástica, social, política y religiosa.
[...]
José Luis Ramírez Sadaba
Mª Pilar Pascual Mayoral

(fotografía realizada en Agosto de 2004)

Ninfeo Romano: esta fuente romana del siglo I es la parte mejor conservada de un conjunto hidráulico compuesto por presa y puente. La fuente se sitúa en una de las manguardias del puente.Pese al nombre de ninfeo no se puede afirmar que estuviese dedicado a las ninfas del Alhama, ya que esta denominación se aplica en los estudios de arquitectura clásica a todas las fuentes monumentales. Se encuentra a un lado de la Avenida de Zaragoza en dirección Logroño nada más pasar el puente sobre el río. Declarado Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento desde el 18 de diciembre de 1981.(wiki)


miércoles, 23 de enero de 2013

la escuela de hace una eternidad ...


EL LIBRO DE ALEXANDRE - Juan Luis Alborg

El poema refiere —desde su infancia hasta su muerte— la vida de Alejandro Magno, que interrumpe para intercalar variados episodios, como el relato de la guerra de Troya —larga digresión en 1.688 versos—, que cuenta el propio Alejandro a sus capitanes al contemplar las ruinas de la ciudad; el sermón satiricomoral sobre la corrupción de las costumbres72; la descripción de la bajada a los infiernos, etc.

El autor del Libro de Alexandre alardea, decíamos —y la posee, desde luego—, de una copiosa erudición. Aunque a través de compendios y refundiciones, conocía a Homero, a Ovidio, a Quinto Curcio y a gran número de autores —arábigos y cristianos— representativos de la cultura de su época. Las fuentes principales de la obra son dos poemas: uno latinomedieval, el Alexandreis, de Gualterio de Châtillon que sigue a su vez la historia de Quinto Curcio, y otro francés, el Román d'Alexandre, de Lambert le Tort y Alejandro de Bernay o de París73. Pero existen además otras muchas fuentes secundarias de variada procedencia. García Gómez ha estudiado los elementos arábigos incorporados por el poeta español, como el invento que hace Alejandro de la máquina voladora74. Las dos cartas en prosa de Alejandro a su madre que figuran añadidas al final del ms. de Osuna, proceden también probablemente de colecciones arábigas de sentencias o, incluso, de versiones musulmanas de la leyenda alejandrina.

Aludiendo a toda esta vasta erudición acumulada en el poema, decía de él Menéndez y Pelayo que era la obra poética de más aliento entre las del siglo XIII "además de poder considerarse como un repertorio de todo el saber de clerecía, y un alarde de la instrucción verdaderamente enciclopédica de su autor que fue sin duda uno de los hombres más doctos de su tiempo" 75. Raymond S. Willis ha dedicado un minucioso estudio a definir la importancia y significación del Alexandre dentro del mester de clerecía y ha destacado sobre todo la plena conciencia "científica" con que el poeta despliega su saber 76. Para el autor del Alexandre, dice Willis, su mester es mucho más que el mero cuidado de alinear estrofas correctamente construidas; su intención excede al simple propósito de Berceo de hablar al pueblo en román paladino, o a la patriótica y piadosa finalidad del Poema de Fernán González, o a la circunspecta exhibición del Apolonio de servirse de la nueva maestría. En el siglo siguiente, el propio Arcipreste, a pesar de sus reminiscencias clásicas, respira un clima muy distinto, y en el fondo desprecia a los que estudian clerecía y en cabo saben poco; el mismo Canciller en ningún sentido es un clérigo como el del Alexandre. Este poema, en cambio, está construido como un verdadero monumento de erudición; su asunto, en primer lugar, la historia de Alejandro, representa un notable incremento para la literatura erudita en España; el texto está compuesto de acuerdo con los más exigentes cánones de retórica y poética; los elementos decorativos suponen un derroche de todas las ramas del saber, concebidas por el autor como un conjunto científico; el héroe del poema está moldeado por el autor como un arquetipo, no simplemente con las tradicionales virtudes de justicia y valor atribuidas a los reyes, sino como un hombre letrado, diversamente instruido en todas las ciencias por su maestro Aristóteles.
[...]
Hª DE LA LITERATURA ESPAÑOLA
Ed. GREDOS, MADRID, 2ª edición 1970.



La historia prohibida


"La historia de la literatura política española se inicia en forma negativa, como reacción contra el maquiavelismo y los polítícos. Sus primeros tratados -primeros no sólo en el tiempo, sino también en calidad- están orientados polémicamente a combatir las tesis politicistas de la Edad Moderna; son doctrinales del Estado y del gobierno; pero, lejos de fundamentar una ciencia política, niegan por la base incluso su legitimidad. Fieles a los principios culturales del orden cristiano, rechazan la idea de que la política pueda sustantivarse e independizarse como una esfera propia, regida por sus propias leyes, y se esfuerzan por reducirla al lugar subordinado que le corresponde dentro de la concepción católica del mundo" (Francisco Ayala)
A diferencia de las Lettres persannes de Montesquieu, las Cartas marruecas de Cadalso evitan, según hace constar el autor al principio de su obra, dos temas fundamentales que no pudieron abordarse crítica y públicamente en España desde el siglo XVI: religión y política.
La expresión "ambas Majestades', pasó a significar en español «Dios y el Rey». A tal punto había llegado la identificación de lo político y lo religioso. Y aunque los poderes representativos de uno y otro orden no siempre anduvieron en completa armonía, no por eso dejaron de prestarse mutua ayuda. Los Índices inquisitoriales tachan y corrigen con tanto o más rigor que los errores teológicos todo cuanto podía redundar en menoscabo de la autoridad civil establecida. De ahí la frecuencia de obras jurídicas, políticas e históricas, que ocupan cada vez mayor espacio.
Por lo que se refiere a los tratadistas políticos, ya en los primeros Índices se incluye a los «clásicos» del siglo XVI: Maquiavelo, totalmente prohibido; de Hugo Gracio sólo se permiten, expurgadas, sus obras poéticas; Bodino, Justo Lipsio y Alberico Gentili padecen expurgación.
Entre los autores españoles hay que destacar en primer término al más personal e independiente de sus historiadores: el Padre Juan de Mariana. Varias de sus obras fueron expurgadas; dos prohibidas: De mutatione monetae y De regimine Societatis. En este segundo y breve escrito Mariana hace una crítica de la organización de la Compañía de Jesús, a la que pertenecía. El primero, no mucho más largo, fue traducido por él mismo al castellano con el título de Tratado y discurso sobre la moneda de vellón que al presente se labra en Castilla, y de algunos desórdenes y abusos.
Mariana sienta el principio de que el rey no puede establecer impuestos ni alterar la moneda sin la voluntad del pueblo, y lo ilustra con ejemplos sacados de la historia de CastiIla y de otros países. Ante los abusos cometidos en su tiempo por el gobierno, creyó cumplir con su conciencia volviendo, como él dice, por la verdad, aunque otros callaran por miedo o ambición. «Bien veo que algunos me tendrán por atrevido, otros por inconsiderado, pues no advierto el riesgo que corro, y pues me atrevo a poner la lengua, persona tan particular y retirada, en lo que por juicio de hombres tan sabios y experimentados ha pasado; excusarme ha empero el buen celo de este cargo, y que no diré cosa alguna por mi parecer particular, antes, pues todo el reino clama y gime debajo la carga, viejos y mozos, ricos y pobres, doctos e ignorantes, no es maravilla si entre tantos alguno se atreve a avisar por escrito lo que anda por las plazas, y de que están llenos los rincones, los corrillos y calles.» Estas palabras llegaron indudablemente a los consejeros del rey, pero no a los que se quejaban en el reino por plazas y rincones. Hasta 1854 no vieron la luz pública en España (1).
El breve tratado sobre la Compañía de Jesús figura en los Índices como no impreso (2). La condena inquisitorial alcanzaba igualmente a la obra manuscrita. Así, por ejemplo, el Libro Verde, «manuscrito anónimo que trata de las calidades y limpieza de las casas y linajes de Aragón y otras partes», obra compuesta en 1507 por un asesor de la Inquisición aragonesa y publicada por primera vez en 1885 (3). En cambio, otro famoso manuscrito, el Tizón de la Nobleza, atribuido al arzobispo de Burgos don Francisco de Mendoza y Bobadilla con motivo de la contradicción que halló un sobrino suyo para alcanzar un hábito, y escrito también con el propósito de mostrar que ni la alta nobleza podía alardear de limpieza de sangre, no figura en los Índices, seguramente por haberlo prohibido una pragmática de 1623. El Tizón, aunque conocido por muchos en su forma manuscrita, no fue impreso hasta el siglo XIX, cuando habiendo desaparecido la obsesión de la pureza de sangre ya no era más que una curiosidad histórica (4).
En 1651 Scarron pudo escribir en Francia un violento panfleto contra Mazarino, recogido después en sucesivas ediciones de sus obras. En España hasta un papel manuscrito en verso sobre el duque de Osuna en Nápoles, obra de circunstancias y al parecer burlesca, se prohíbe con todo rigor desde el Índice de 1640 hasta el último de 1790.
Las Relaciones, de Antonio Pérez, el secretario de Felipe II que pudo escapar a Francia después de procesado por el asesinato de Escobedo, fueron archiconocidas en el extranjero desde su publicación a fines del siglo XVI. Prohibidas a partir de entonces en todos los Índices, no se imprimieron en España hasta 1849 (5).
[...]
Por Vicente Llorens
Universidad de Princeton (1978)

Estella, río Ega y ruinas de Santo Domingo

Estella, río Ega y ruinas de Santo Domingo.
Autor de la fotografía Villanueva Gutiérrez, Eustasio (1875-1949)
Fecha de la toma entre 1913 y 1929


iter francorum

Con frecuencia los testimonios diplomáticos insisten en la distinción, dentro de las comunidades urbanas, de dos grupos sociales nacionales, como veíamos que hacían algunos ordenamientos locales de la primera época y como harán también, a mediados del siglo XII con el establecimiento de merinos propios para castellanos y francos, los fueros de Oviedo (1145) y Sahagún (1152). 

Paralelamente, en las series documentales de las ciudades y villas del Camino se hacen presentes como actores o testigos de negocios jurídicos, vecinos cuyos onomásticos revelan inequívocamente su procedencia ultrapirenaica, formando con frecuencia grupos muy numerosos que nos permiten medir la importancia que, en cada caso, tiene la implantación de esas colonias extranjeras. En no pocos casos el topónimo o gentilicio que acompaña al nombre de bautismo contribuye a perfilar la procedencia de sus portadores: Petrus Franco, Juan Borgoñón, Beltrán de Tarascón, Bernardo de Caorz, Martín Gascón, Pedro Bretón, Martín Alemán, Guillelmus Pettavin, Pedro Lombart, Guilem Engles, Pascual de Limoias, etc. En gran medida los repobladores extranjeros son francos de origen, de las diversas regiones del vecino país, desde Provenza y Gascuña hasta Bretaña, Normandía o Borgoña. En mucho menor número vienen de otros países europeos: los hay alemanes, italianos, ingleses o incluso de otras áreas más distantes.

La misma documentación que nos revela la presencia de numerosos asentamientos de francos en las ciudades del Camino de Santiago aporta también noticias sobre la activa circulación en esas ciudades de moneda francesa: sueldos anjovinos, turonenses, mergulieses... Ya los datos de la onomástica franca incorpora igualmente las referencias de una nueva toponimia urbana indicativa de aquellos asentamientos: la existencia de barrios o burgos de francos (vicus francorum, burgo francorum) o de calles de francos (rua francorum, rua francisca, vía francigena, calle francorum, strata francorum, rua gascona, camino francisco, Broteria...) se detecta en la práctica totalidad de las localidades del Camino, por lo menos en las de cierta entidad urbana. También encontramos con frecuencia en ellas iglesias y alberguerías puestas bajo la advocación de titulares que revelan que los pobladores han trasplantado las particulares devociones y cultos de su lugar de origen a sus ciudades de destino, incluso algunas tan distantes como Oviedo, donde a principios del siglo XIII existía una alberguería puesta bajo la advocación de Nuestra Señora de Rocamador. En las ciudades y villas más importantes del Camino que actuaron desde fines del siglo XI como centros receptores de inmigrantes ultrapirenaicos y durante una fase de coexistencia con la población autóctona que puede prolongarse, con las inevitables variantes locales, hasta finales del siglo XII o incluso en algunos lugares hasta principios de la siguiente centuria, el comportamiento colectivo de esos pobladores extranjeros presenta una serie de ragos que permiten caracterizarlos como verdaderas colonias, con las connotaciones que tal conceptuación comporta en el seno de las sociedades medievales y que para el área castellano-leonesa analizaría magistralmente J. Gautier Dalché hace algunos añoso

Los inmigrantes de ultrapuertos, al menos en la fase inicial de sus asentamientos, tienden a la concentración espacial en los marcos urbanos receptores, estableciéndose, como antes apuntábamos, en barrios o calles que les son propios y que suelen localizarse en relación con las travesías, intra o extra muros del Camino de Santiago. En el espacio navarro la localización de los francos en barrios cerrados se manifiesta aún más acusadamente y por más tiempo que en las poblaciones castellano-leonesas.


viernes, 18 de enero de 2013

María Pérez Balteira y Alfonso X

Otra de las cantigas eróticas de Alfonso el Sabio va dirigida a María Pérez Balteira, célebre soldadera y cortesana, sin duda un personaje de primera fila de la historia galante medieval. Aunque conocida ya en la Corte en los últimos años del reinado de Fernando III, su belleza, arte y vida escandalosa brillaron sobre todo bajo Alfonso.
Un curioso diploma fechado en 1257 nos presenta a María Pérez otorgando una donación al monasterio cisterciense de Sobrado (4). A cambio de unas tierras heredadas de su madre y de los servicios que ella misma en persona se obligaba a prestar a los monjes «como familiar e amiga», la Balteira recibiría una renta vitalicia y, a su muerte, un honorífico entierro.
No especifica el documento cuáles eran los servicios que la Balteira se comprometía a conceder a los buenos frailes. Pero, conociendo los encantos e inclinaciones personales de doña María y el relajamiento de las costumbres monacales, nos inclinamos a pensar que se trata de cierta prestación amatoria o derecho de pernada.
Sabemos que los monjes de Sobrado apreciaban en su valor este tipo de contribuciones en especie. En efecto, solían llevarse con ellos durante dos o tres días a las mujeres de sus colonos para facer fueros, no sabían cuales. Hasta que el merino mayor de Galicia suprimió en 1347 dicho servicio por mal e deshonestidad.
No excluímos, por supuesto, que piadosas intenciones y sentimientos se mezclaran en estas actividades más bien carnales. En el caso de la Balteira, nos consta que era mujer de fe vibrante y vigorosa. Lo prueba su peregrinación a Tierra Santa como cruzada, que realizó en cumplimiento de un voto, alrededor de 1257. Sus colegas de juglaría y de liviandad no dejaron de comentar con sarcasmo esta manifestación de fervor cristiano de la licenciosa soldadera. Así exclama Pero da Ponte en una de sus cantigas de escarnio, llena de alusiones obscenas:
Ya nuestra cruzada María Pérez vino de Ultramar, tan cargada de indulgencias, que no se puede con el peso tener derecha. Las indulgencias, y todas las perdió con cuidado, como algo muy precioso, pero la maleta de María Pérez no tiene cerradura y los mozos del lugar se la trastornan a cada momento,'húrtanle las indulgencias, y todas las perdió como cosa, al fin, mal ganada (5).
Otros trovadores nos hablan también de la Balteira en sus versos. Aluden a sus amoríos, su mal perder en el juego, sus peregrinaciones por Palestina y tierra de moros. El mismo Alfonso X dedicó una obscena cantiga a las relaciones de la alegre soldadera con cierto fu ncionario llamado Juan Rodríguez.
La cantiga, cuya sustancia poética son las innumerables insinuaciones eróticas, está construida sobre un argumento muy sencillo: la Balteira encarga a Juan Rodríguez que le construya una casa de madera; para complacerla, éste debe calcular las medidas exactas de los troncos que va a necesitar.
Si lo quieres hacer bien -le instruye la Balteira-, de buena medida la debes coger, así y de ninguna manera más pequeña. Esta es la madera adecuada " si no, yo no os la señalara. Y como ajustada se ha de meter, bien larga toda ella ha de ser para que vaya entre las piernas de la escalera. Esta es la medida de España, no la de Lombardía o de Alemania; y porque sea gruesa no os parezca mal, pues si es delgada no sirve para nada.
- Se ben queredes fazer,
de tal midida devedes a colher,
assi e non mear, per nulha maneira.
E disse: -Esta é a madeira certeira,
e, de mais, nona dei eu a vos sinlheira;
e pois que s' en compasso á de meter,
atan longa deve toda de ser,
que vaa per antr'as pernas da'scaleira. (. . .)
E diss': -Esta é a midida d'Espanha,
ca non de Lombardía nen d'Alamanha;
e por que é grossa, non vos seja mal,
ca delgada pera greta ren non val (6)
Aún brillaría bastantes años en la Corte castellana la bella soldadera. Con su habilidad en el canto, la danza, la poesía y otras artes más tiernas siguió enamorando a. juglares y poetas, Pero de Ambroa anduvo loco por ella y Pero Mafaldo se confiesa muy coitado por amores de la Balteira.
Mujer dinámica y andariega acompaña a las huestes del rey, comparte sus campamentos y las zozobras del combate y alegra con sus gracias las duras jornadas de los guerreros, Los últimos destellos de su singular personalidad se admiraron durante la azarosa campaña de Andalucía de 1262 a 1265.
En conexión con una conspiración de la nobleza castellana contra Alfonso X se produjo por esos años una sublevación de los reyes moros de Murcia y de Granada, tributarios ambos de Castilla. Los rebeldes de Murcia fueron sojuzgados por Jaime I de Aragón, en un generoso gesto de solidaridad. De la sumisión de Granada se ocupó el mismo Alfonso. Consta en documentos históricos que la Balteira contribuyó de manera especial y personalísima al triunfo de su soberano.
Recordando el dicho de «divide y vencerás», Alfonso X concibió el proyecto de debilitar al rey granadino provocando la escisión de los malagueños. Para ello envió una embajada secreta, en la 'que figuraba María Pérez, para que se entrevistase con los hermanos Beni Escaliola o Axkilula, caudillos árabes de Málaga, Guádix y Comares. Los Beni Escaliola se resistieron por un tiempo a pactar con Castilla. La Balteira tuvo que poner toda la carne en el asador. Aseguran los cronistas que para lograr su propósito hubo de seducir a uno de los Escaliola (7).
La victoria se celebró con toda suerte de poemas conmemorativos. La razón de Estado impidió revelar a toda luz la naturaleza de los argumentos esgrimidos por la Balteira durante las negociaciones. Pero lo que podemos leer entre líneas es suficiente:
Ya sabíamos que la Balteíra tenía potestad de excomulgar, pues desde tíempos del Rey Fernando excolmulgó a muchos que le pagaron muy bien por ello; pero ahora buscó a un patriarca Fí de Escaliola, el cual recibe de La Meca este poder de soltar y absolver, y ella dice que el poder que Dios otorgó a Roma no vale nada (8).
La popularidad de la Balteira alcanzó proporciones increíbles también en Andalucía. Cuando la gente pedía noticias de la frontera, lo primero que preguntaba era sobre las andanzas de María Pérez. El rey recompensó con esplendidez sus servicios.
Cuando, con el paso de los años, la Balteira sintió que las fuerzas y galas de la juventud la abandonaban se retiró a su Galicia natal. Seguramente se estableció no lejos de Sobrado, donde seguiría cobrando su renta anual. Los trovadores nos la retratan al pie del confesonario, repasando su conciencia y lamentando su único pecado:

Soo vella, ay capeIlam
(«Ay, padre, soy vieja»).

El miedo a la muerte, tan arraigado en aquellas tierras, le obligaba a tener siempre a su lado a cierto clérigo para que la defendiera del diablo. Pero luego se compadecía del pobre fraile y, como limosna, le hacía compartir su lecho. Pero de Ambroa, su enamorado, protestaba de semejante abuso. No había derecho a que la vieja ramera malgastase con un miserable clérigo los ahorros ganados en la casa del rey (9).
No creemos que a Alfonso el Sabio le preocupara demasiado cómo administraba sus bienes su antigua protegida. El torbellino de la guerra, de las intrigas familiares y de la pasión política o cultural fue absorbiendo cada vez más los desvelos del monarca.

Luis Alonso Tejada

miércoles, 16 de enero de 2013

VALPIERRE


VALPIRRI.—S. M.—14

Valpierre, caserío a 9 Km. de Briones ( Logroño ). Se da este nombre a la llanura que se extiende al Sur de Briones y NO. de la ciudad de Nájera. Famoso lugar en la Historia Nacional por los hechos de armas en él habidos.
Acertadamente está Berceo en llamarlo « sequero logar» pues así lo fue y sigue siéndolo, por hallarse la llanura bastante elevada sobre el Ebro. Tal vez la escasez de agua de esta llanura ha sido la causa de haber estado despoblada; quince pueblos de alrededor, algunos ya despoblados, tenían jurisdicción en Valpierrey junto al Caserío existió una Casa de Juntas, que fue destruída en la Guerra de la Independencia. Por esta llanura pasaba la vía romana que se dirigía de Zaragoza a Astorga.

El Poema de Fernán González, copla 308, nos habla de la « Era Degollada »; en la Crónica General, se añade : « et es en Vall Pirri ».

El mismo Poema en las coplas 746-747, hace una interesante descripción de este lugar de Valpierre :


« Ayuntáronse en vno en vn fuerte vallejo
buen lugar pora caça de liebres e conejo
cojen y mucha grrana con que tinnen bermejo
al pye le passa Ebro much grado sobejo.
Valpyrre l' dizen todos e assi le llamaron
do el rrey e el conde anbos se ayuntaron».

TOPONIMIA EN LAS OBRAS DE BERCEO
Manuel Ovejas

jueves, 3 de enero de 2013

LA REJA DE SAN MILLÁN


Uno de los textos más interesantes de la Edad Media referidos al País Vasco es el conocido por “La reja de San Millán”; escrito el año 1025, fue publicado por primera vez a finales del siglo XIX por Fidel Fita, sabedor de su importancia en el ámbito toponímico. Fue examinado, entre otros, por Julio Caro Baroja, que dedicó varias docenas de páginas al estudio de los topónimos, y Mitxelena, que aportó varias correcciones y observaciones de gran valor, entre muchos otros.


El nombre que tiene tan curioso es debido a que los pueblos pagaban, en su mayoría, con rejas de hierro; de hecho, el documento tiene por título “De ferro de Alava”.

Se trata, a grandes rasgos, de un listado de pueblos de la llamada “Álava nuclear”, principalmente la Llanada alavesa, y contiene varios centenares de nombres, de aspecto bastante arcaico. La mayoría son nombres vascos, aunque no faltan tampoco los nombres romances.

El texto se encuentra en el cartulario del monasterio de San Millán de la Cogolla, en La Rioja, y el texto que aquí se muestra fue publicado por Antonio Ubieto Arteta, en 1976. en el libro titulado “Cartulario de San Millán de la Cogolla (759-1076)”, documento 180.

http://www.bibliotecagonzalodeberceo.com/berceo/rejadesanmillan.htm