domingo, 27 de enero de 2013

Mosen Baltasar Laroy y sus beatas

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Mosén Baltasar Larroy era presbítero de Belchite. Tenía cuarenta años y fue llevado ante la Inquisición por las sospechas de una beata que ignoraba, en realidad, la complejidad de la situación que iba a desvelar ante el tribunal. Esta beata, una tal Teresa Oreal que contaba ya cuarenta y seis años, lo único que pudo contar al Santo Oficio fueron sus observaciones, no muy bien intencionadas por cierto, y los escrúpulos que probablemente le inspiraban sus celos. Según dijo, la conducta de Baltasar Larroy con las demás beatas, sus compañeras, le había dado que pensar. Cuando iba por las mañanas a confesarse había notado que Mariana Riveres, la rectora de las beatas, y otra compañera de beaterío llamada María Saldiz, iban también a confesarse con Mosén Baltasar.

Después de las confesiones, que eran muy largas y podían durar hasta tres cuartos de hora, o una entera, se ponían a charlar con él durante un rato, pasando por delante del confesonario y estando él sentado y ellas de pie. Así llegaban a estar hasta más de quince minutos. A veces. también charlaban en los rincones de la iglesia, y había podido apreciar que ellas la tenían en gran apego.
En una ocasión en que fue a la capilla del Rosario acompañada por otra beata llamada María Garcés, vieron comulgar a la rectora, y la acompañante comentó que andaba perdida. porque incluso con la Forma en la boca, la rectora se había vuelto a ella para decirla que fuese al confesonario de mosén Baltasar y le pidiese que se acercase a verla aquella tarde, o que se moriría. Mosén Baltasar frecuentaba, en efecto, la casa de las beatas, y la rectora había manifestado en algún recreo que sentía celos de María Saldiz. La delatora contó que incluso había visto pasear por la huerta a mosén Baltasar con la rectora, yendo ella detrás muy festiva, arrojándole piedrecitas y tirándole del manteo...

Hasta aquí un divertido cuadro que sirve para poner de relieve las vinculaciones que ya hemos visto en otras ocasiones entre estos sacerdotes y sus confesadas. Los juegos más o menos inocentes o tontos, el infantilismo y la sumisión al omnipresente varón, ya que ausente como esposo o amante, presente y dominante a través de la religión. No faltan tampoco en la historia los rasgos puramente eróticos y morbosos. que fueron sacados a la luz por la delación de otro sacerdote. Carlos Borromeo, quien escribió una carta al Santo Oficio para dar cuenta de que, según había oído decir a una mujer, una de las hijas de confesión de mosén Baltasar no se confesaba con otro sacerdote que no fuera él, salvo en sus ausencias, porque sabía que lo llevaría a mal. La enseñaba, como padre espiritual, que para agradar a Dios la convenía mortificarse y hacer puntualmente cuanto él la decía, sin discrepar ni un ápice de sus órdenes. Así pues, mosén Baltasar tras llevarla a un cuarto, la mandó echarse sobre un arca que allí había, y luego la azotó con fuerza. Esto lo había efectuado en varias ocasiones. unas veces tumbada en el suelo, y otras encima del arca. y un día la mandó volver boca arriba, la levantó las faldas y la obligó a enseñarle sus partes vergonzosas.
A consecuencia de esta carta, el Santo Oficio llamó a declarar a la supuesta azotada. Teresa Cubiles, de diecisiete años. Teresa se confesaba con mosén Baltasar desde que tenía catorce años y como también la enseñaba a leer (19), iba a su casa todos los días para que le diera la lección. Así transcurrieron tres años sin que pasara nada, pero el año que tuvo lugar la declaración, se había vestido de hombre para el Carnaval, y así disfrazada había ido a visitar a su confesor. Al día siguiente, la disciplinó dándola a entender que lo hacía en castigo por haber llevado aquel traje... A partir de aquel día la azotó con frecuencia, unas veces diciéndola que era porque no se sabía la lección y otras sencillamente porque quería. La echaba sobre la cama o sobre sus rodillas, y aunque ella quería resistirse a los azotes, el la decía que tenía que obedecerle en todo porque era su confesor y maestro.
Otra muchacha llamada ante la Inquisición, Rafaela Cortés, de dieciocho años, también contó que mosén Baltasar la azotaba después de haberla preguntado durante unos ejercicios espirituales si sería capaz de soportar una disciplina de su mano. Unas veces, porque decía que había hecho alguna travesura, otras sin justificar la causa. Incluso con motivo de una de estas disciplinas, la mandó volverse boca arriba, le levantó las basquiñas, la tocó con sus manos y la miró. Luego la dijo que aquello era pecado y que no volviera más a su casa, porque de lo contrario pecaría más.
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M.ª Helena Sánchez Ortega
Profesora de Historia Moderna
Universidad Autónoma. Madrid

FLAGELANTES LICENCIOSOS Y BEATAS CONSENTIDORAS
Prácticas penitenciales en el Antiguo Régimen

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