domingo, 27 de enero de 2013

LA PRESENCIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA EN EL MUNDO

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Toda lengua, ya sea mayoritaria en cuanto a número de hablantes o minoritaria, merece el mismo respeto, puesto que sus hablantes «contemplan y ordenan el mundo a través de su modalidad lingüística».[5] Es decir, no existen lenguas mejores ni peores, ni lenguas más dignas o menos dignas, ni lenguas más fáciles o más difíciles (para el nativo su lengua materna será siempre la más fácil y en cuanto a la facilidad en el aprendizaje de una segunda lengua, dependerá de su proximidad con nuestra lengua materna). No existen lenguas primitivas. Todas las lenguas poseen la misma importancia y dignidad y todas tienen la misma capacidad de expresión. Es decir, lo que se puede decir en inglés o castellano o chino (por nombrar las lenguas con mayor número de hablantes), se puede expresar exactamente igual en aragonés, tagalo o gaélico. No existe ninguna base científica que pueda llevar a afirmar a un lingüista que una lengua sea más rica, más avanzada o más completa que otra. Podremos decir, eso sí, que una lengua posee una mayor producción literaria que otra, por supuesto. Pero eso tampoco la hace más importante frente a otras, ya que para cada persona su lengua materna es la que tiene mayor importancia porque es a través de ella que puede expresar sus más profundos sentimientos y porque es a través de ella que percibe el mundo en modo determinado. Es por eso, que la muerte de una lengua es siempre un hecho negativo, puesto que no sabremos nunca hasta dónde habría podido llegar esa lengua, como apunta Juan Carlos Moreno Cabrera[6]. Por ejemplo, si hubiera desaparecido el latín (hecho que históricamente hubiera podido ser real a causa de la expansión del etrusco) no habría existido el italiano y, por tanto, hoy no podríamos leer La Divina Comedia de Dante; o no habría existido el castellano y, por tanto, tampoco El Quijote. Es decir, la desaparición de una lengua es siempre un hecho que hay que lamentar porque no sabemos qué nos podía haber deparado. Se pierde una visión del mundo, diferente e irrepetible, que tenía una sociedad. Uno de los motivos que llevan a la muerte de una lengua es que los padres no la transmiten a los hijos, ya que por presiones externas se puede llegar a producir el desprecio hacia la propia lengua. Otras veces, el motivo que lleva a la desaparición de una lengua es política: a lo largo de la historia son muchas las ocasiones en que un gobierno ha prohibido que un pueblo se expresara en su lengua materna. O por genocidios: en los Estados Unidos se han perdido muchas de las lenguas indias, y otras muchas están en vías de extinción, por el genocidio llevado a cabo contra las poblaciones indias. Evidentemente, desaparecido el pueblo, desaparecida la lengua. Por desgracia, son muchos los ejemplos de represión lingüística. Este mismo caso es el que se da, por ejemplo, entre los aborígenes australianos. En un artículo aparecido en el diario ABC (1-9-02), firmado por Roser Panisello, se recogen las siguientes palabras de un líder indígena llamado Allan: «la situación sólo cambiará cuando podamos recuperar nuestras lenguas, nuestras culturas y nuestras tradiciones». Es decir, la posibilidad de expresarnos en nuestra lengua materna es algo que damos por hecho, algo a lo que no damos ninguna importancia, puesto que no hemos estado sometidos a presiones y prohibiciones. No hemos sido perseguidos ni castigados por expresarnos en la lengua de nuestros antepasados. Y es precisamente por la importancia que tiene la lengua para cada pueblo, que se convierte en su seña de identidad y en su punto vital de referencia, que cuando un gobierno quiere aniquilar el «peligro» que supone un grupo determinado, donde primero ataca es a la lengua, a la raíz, a la seña de identidad de cada pueblo.
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LA PRESENCIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA EN EL MUNDO
(El castellano desde sus orígenes hasta la actualidad)
Septiembre, 2003

Belén Navajas Josa
Licenciada en Antropología de América

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