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De acuerdo con la distribución que el autor hace de las 77 estrofas de su obra, pienso, por el contrario, que estamos ante una inteligente y bien construida catequesis, una magnifica “instrucción pastoral” sobre ese “novísimo”, tan bien pintado y esculpido por el arte Gótico—e incluso por el Renacimiento—, que es el Juicio final.
Leído el texto sin prejuicios se ve que su objetivo no sería otro que el fomentar en el lector u oyente, fiel cristiano, un saludable “santo temor de Dios”, acicate poderoso de la estricta observancia de la Ley Divina, el Decálogo—la formulación más sencilla y clara de la Ley Natural—, y mina “inexhaurible”, inagotable de benéficas “obras de misericordia”.
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