viernes, 23 de mayo de 2008


Elegir el camino de perfección no es una cuestión opcional para las mujeres de los siglos XVI, XVII, y XVIII, puesto que aliado de las que deciden iniciarse voluntariamente, a muchas les viene impuesto ya no pocas se les priva de él. Ante la imposibilidad de profesar en una orden religiosa, algunas mujeres escogerán otras vías alternativas.
Desde el siglo XVI, además de la proliferación de conventos femeninos, crecerá el número de las llamadas beatas, término que incluye tanto a las integrantes de las órdenes terceras, conocidas por legas o terciarias, como a las santurronas laicas sin unción religiosa y, en ocasiones, ni siquiera vinculadas a un confesor.
Una vez iniciada la búsqueda de Dios, las interpretaciones sobre el cómo llevarla a término serán múltiples. Monjas y beatas van a ser acusadas, en numerosos casos, de heterodoxas al concebir diversas y peculiares formas de entender la vida religiosa, más allá de las pautas establecidas. El Santo Oficio, siempre vigilante, se ocuparía de corregir o erradicar estos comportamientos, que llegaban a atentar incluso contra la unidad de la Iglesia.

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