La Rioja, por su privilegiada situación geográfica y por las circunstancias históricas que le ha tocado vivir, es un espacio de enorme interés dialectal. Cruce de caminos entre el valle del Ebro y Europa y el norte, centro y oeste peninsulares, ubicada en un espacio geográfico tremendamente fértil, y con una densidad demográfica siempre considerable incluso en los tiempos más difíciles, hasta aquí han llegado gentes de muy diversa procedencia desde los tiempos más remotos que, tras asentarse y fundir con la población indígena su cultura y sus hábitos expresivos, han convivido y mantenido sus diferencias hasta hoy en un hibridismo admirable. De ahí que sea una zona en cuyo sistema de lengua no resulte dificil descubrir reminiscencias autóctonas que aparecen a cada momento y comprobar a través de ellas la coexistencia de diversas tendencias evolutivas y diferentes estratos en el habla de sus gentes, anteriores a la suplantación idiomática impuesta por el castellano.
De otro lado, situada en un área periférica del antiguo solar castellano y alejada en gran medida en el pasado de los principales centros de poder (Pamplona, Burgos, Toledo ... ), movida por un natural instinto conservador, esta tierra ha permanecido aferrada a sus viejos usos y formas ancestral es, preservándolos apenas sin modificación desde la Edad Media hasta nuestros días. Porque La Rioja, enclavada entre dos grandes focos lingüísticos peninsulares (el castellano y el aragonés) y sometida a todo tipo de vaivenes en el curso de la historia, siempre supo mantener una gran personalidad idiomática caracterizada por ofrecer, bajo el secular mantillo de la lengua general, una pluralidad de normas esencialmente autóctonas, si bien coincidentes, como era de esperar, en la mayoría de los casos, con las propias de los dialectos y hablas vecinos. En definitiva, un territorio dialectal de enorme interés para el estudioso por la riqueza de respuestas que ofrece a distintos interrogantes habidos en nuestro idioma, como en seguida tendremos oportunidad de ver.
Pero como no podía ser de otro modo, el riojano popular actual tiene una clara textura castellana fruto de una intensa nivelación secular que arranca, cuando menos, desde finales del XII, con la incorporación definitiva de La Rioja a Castilla, tras la que se va difuminando poco a poco la caracterización de su viejo dialecto. No obstante, como decía, es mucho lo que aún queda de esa primitiva realidad lingüística regional, aunque quede relegada cada vez más a las áreas rurales y de la serranía y corra el riesgo de perderse para siempre por el acelerado proceso de despoblamiento que se vive en ellas. Y nuestra obligación es tratar de impedir esa fractura y sacar a la luz todos esos rasgos singulares que distinguen a esta tierra, apreciándolos en su justa medida para conocimiento de todos.
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http://www.bibliotecagonzalodeberceo.com/berceo/pastorblanco/castellanoenlarioja.htm
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