En un artículo anterior, titulado “La ruta Nájera - Uruñuela - Cenicero”, hacía yo una detenida reflexión sobre la influencia benéfica de la educación liberal en la infancia y juventud de mi época, ejemplificada en tres bellos, útiles y muy pedagógicos sonetos del venezolano Elías Calixto Pompa (1836 – 1887), reiteradamente reproducidos en los libros escolares de lectura, en América y en España, durante buena parte del s. XIX y la primera mitad del s. XX.
Prometía entonces referirme a la no menos saludable educación de raíces ilustradas, representada por el riojano alavés Samaniego y sus “Fábulas”, y eso es lo que voy a intentar cumplir a continuación.
Vaya por delante que las “Fábulas” de Samaniego y las de Iriarte fueron para muchos, entre los que gozosamente me encuentro, la primera puerta abierta a una idea laica de la vida, a una moral humanista, desacralizada, secular y pragmática, la que, sobre sólidos cimientos del clasicismo grecorromano, habían creado la Ilustración y sus continuadores, el Liberalismo y la Revolución Industrial.[1]
Esas ideas, gracias, entre otras cosas, a las lecturas escolares de estos mismos autores, eran ya “tradicionales” en las gentes que en mi pueblo serrano me educaron, gentes cuyos valores eran la mejor síntesis de la Ilustración y el Liberalismo: “instrucción, capacidad, trabajo y mérito”. Mi padre, sin ir más lejos se sabía numerosas Fábulas de Samaniego y de Iriarte de memoria y me las recitaba y recordaba cuando el caso lo requería.
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http://www.vallenajerilla.com/berceo/antoninoperez/samaniego.htm
http://www.vallenajerilla.com/berceo/antoninoperez/cigarrayhormiga.htm
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