En los primeros siglos del cristianismo, de una parte las persecuciones; de otra, los obstáculos que impedían el perfeccionamiento espiritual dentro del mundo, impulsaron a muchos hombres y mujeres a abandonar las ciudades y refugiarse en el desierto, para servir libremente a Dios como solitarios o eremitas. Entre los pioneros, alcanzaron especial renombre San Pablo[3], biografiado por San Jerónimo, que lo presenta como primer ermitaño (228-341), y San Antonio Abad (251-356), cuyo biógrafo fue San Atanasio.
El desierto cobijó a gran parte de los más esclarecidos doctores de la Iglesia, entre otros, San Jerónimo y San Juan Crisóstomo, que en él maduraron su espíritu y practicaron una ascesis rigurosa, a la vez que se ejercitaban en la asimilación de los libros sagrados. «El desierto es en definitiva el lugar de una experiencia suprema, una prueba que conduce fatalmente al hombre más allá de él mismo, hacia el Ángel o hacia la Bestia, hacia el Diablo o hacia Dios.»[4]
Con relación a nuestra Península, desde principios del siglo IV hay testimonios que acreditan la existencia de ascetas y vírgenes, como evidencia el Concilio de Illiberis, celebrado en los años 300-306[5]. Parece que el eremitismo mantuvo especial pujanza durante el dominio visigodo, si bien la oposición de la Iglesia oficial supuso que a partir del siglo VII fuera reduciéndose en beneficio de la vida monástica[6]. Obviamente, aunque luego conviven ambas formas de consagración religiosa, la vida eremítica es anterior a la cenobítica.
Dentro del siglo VII, un caso peculiar aunque quizás no excepcional es el del segoviano San Frutos, junto al cual hacen vida eremítica sus hermanos Engracia y Valentín, dándole ellos mismos sepultura cuando muere, en 715.
En el siglo XI, alcanza especial relieve la figura de Santa Casilda, hija del rey de Toledo Al-Mamún (1038-1075), que a consecuencia de una curación milagrosa consagra a Dios el resto de su vida como eremita en una cueva próxima al monasterio de San Vicente del Buezo, próximo a Briviesca (Burgos).
[...]
http://www.bibliotecagonzalodeberceo.com/berceo/isabelbcarneiro/mujeresermitasypenitentes.htm
http://www.bibliotecagonzalodeberceo.com/berceo/isabelbcarneiro/mujeresermitasypenitentes.htm
No hay comentarios:
Publicar un comentario