lunes, 22 de junio de 2009

Realismo y efectividad en los milagros de Gonzalo de Berceo


La narrativa medieval española se manifiesta a través de obras más o menos extensas que cuentan las aventuras de un corto número de personajes -cantares de gesta, novelas-, o a través de colecciones de relatos cortos independientes, que, muchas veces se intentan unir por medio de algún recurso. Así, por ejemplo, en el Calila e Dimna, el marco en el que se insertan las historias es el diálogo entre un rey y su consejero; en Bonium o Bocados de oro, se presenta a un rey de Persia, Bonium, que, deseoso de obtener conocimientos, viaja al palacio de unos sabios de la India cuya ciencia se expresa por medio de los ejemplos que se narran en la obra; el Sendebar o Libro de los engaños y asayamientos de las mujeres está constituido por los apólogos narrados por los consejeros de un rey para defender a un príncipe de las acusaciones de su madrastra, que también se justifica por medio de cuentos didáctico-novelescos. Quizá el denominador común de estos marcos sea el diálogo en el que quedan insertos, como elementos que lo constituyen, los relatos. Los Milagros de Berceo se presentan ante el lector de manera parecida. El recurso que sirve de unión no es en este caso un diálogo, sino que, tal como se hacía en los sermones medievales, se utiliza el monólogo que un predicador dirige a su público.

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