...hacia 1950, Manjarrés no era más que una aldea serrana de la Rioja profunda, situada allí donde el Yalde comienza a ser un río adulto, tuve la suerte de encontrar en ella a un magnífico maestro, don Cipriano González Pérez, que afianzó el amor que mis padres me legaron por el saber y por la lectura; y a un párroco, don César Loma Osorio, fino lector y magnífico músico, que hizo cuanto estuvo en su mano para abrirme un futuro más esperanzador que el que me esperaba como un más que pobre destripaterrones.
Gracias a ambos, una tarde de primavera, en la escuela, oí por primera vez a Manuel Dicenta declamar los versos de El Alcalde de Zalamea desde un funcional tocadiscos. Desde entonces Dicenta ha sido para mí el modelo de la acertada lectura del verso español. [...]
Gracias a ambos, una tarde de primavera, en la escuela, oí por primera vez a Manuel Dicenta declamar los versos de El Alcalde de Zalamea desde un funcional tocadiscos. Desde entonces Dicenta ha sido para mí el modelo de la acertada lectura del verso español. [...]
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